EL PERFIL DEL HOMBRE Y
LA CULTURA EN MÉXICO.
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Una de las obra más representativa de el Doctor Samuel Ramos es la que en esta ocasión se analiza, el Perfil del hombre y la cultura en México, publicada en 1934, obra que fue recibida con gran interés y que una vez leída, recibió muchas críticas acusando a Samuel Ramos de atribuirle al mexicano una inferioridad natural o genética, cosa que no es así, el objetivo central del libro es en verdad: un ensayo de caracterología y filosofía de la cultura.
Esta tarea implicaba una interpretación de nuestra historia, y conducía a descubrir ciertos vicios nacionales cuyo conocimiento me parecen indispensables como punto de partida para emprender seriamente una reforma espiritual en México.
En algún momento manifestó el Doctor Samuel que nunca llego a pensar que los vicios señalados en su libro fueran incorregibles, salvo el caso de que se persistiera en ignorarlos y en mantener inconscientes sus causas psicológicas.
Hay quienes han querido interpretar una de las tesis fundamentales del libro –la de que el mexicano padece un sentimiento de inferioridad como si ella implicara la atribución de una inferioridad real, somática o psíquica, a la raza mexicana. Nada estuvo más lejos del pensamiento del Doctor Ramos que esta última idea.
Señala don Samuel Ramos que uno de los sentimientos más necesarios para sostener la vida de todo hombre, es el de la seguridad, que se afirma especialmente cuando el individuo tiene la ocasión de verificar la eficacia de sus aptitudes y de su poder. En otras palabras: es el éxito repetido de la acción lo que, progresivamente, va edificando en la conciencia individual el sentimiento de la seguridad. Es innegable que las circunstancias exteriores favorables o adversas, puedan afectar seriamente aquel sentimiento; pero en lo fundamental, éste depende de un factor interno: de la mayoría o menor confianza que el sujeto tiene de sí mismo. Cuando un hombre se siente plenamente dueño de sus fuerzas, no se arredra frente a las dificultades y problemas que le salen al paso; antes bien, encuentra en ellas un estimulo más para su voluntad, que, al vencerlas, ve aumentar su satisfacción.
Los individuos que contraen el sentimiento de inferioridad adquieren una psicología muy especial, de rasgos inconfundibles. Todas sus actitudes tienden a darle la ilusión de una superioridad que para los demás no existe.
Para el Doctor Samuel Ramos, el sentimiento de inferioridad en nuestra raza tiene un origen histórico que debe buscarse en la conquista y colonización. Pero no se manifiesta ostensiblemente sino a partir de la independencia, cuando el país tiene que buscar por si solo una fisonomía nacional propia. Siendo un país muy joven quiso ponerse de un salto a la altura de la vieja civilización europea y entonces estalló el conflicto entre lo que se puede y lo que se quiere. La solución consistió en imitar a Europa, sus ideas, sus instituciones creando así ciertas ficciones colectivas que, al ser tomadas por nosotros como un hecho, han resuelto el conflicto psicológico de un modo artificial.
Carecería de fundamento suponer en México, ya no la existencia, sino aun la mera posibilidad de una cultura de primera mano, es decir, original, porque sería biológicamente imposible hacer tabla rasa de la constitución mental que nos ha legado la historia. No nos tocó venir al mundo aislados de la civilización que, sin ser obra nuestra, se nos impuso, no por un azar, sino por tener con ella una filiación espiritual.
México se ha alimentado, durante toda su existencia, de cultura europea, y ha sentido tal interés y aprecio por su valor, que al hacerse independiente en el siglo XIX la minoría más ilustrada, en su empeño de hacerse culta a la europea, se aproxima al descastamiento. La cultura, en este caso, es un claustro en el que se refugian los hombres que desprecian la realidad patria para ignorarla.
No es la vanidad de aparentar una cultura lo que ha determinado la imitación. A lo que se ha tendido inconscientemente es a ocultar no solo de la mirada ajena, sino aun de la propia, la incultura.
Ejemplos de este mimetismo los hay en todos los órdenes de la cultura, pero los más claros se encuentran en la obra constitucional del siglo XIX.
Por eso vale la pena recordar aquí algunos de los casos más típicos. Se sabe que el modelo de las constituciones que se sucedieron en nuestro país durante la pasada centuria, fue tomado de los Estados Unidos. Después de la caída del imperio se suscitó en México el conflicto entre federalismo y centralismo, Fray Servando Teresa y Mier decía en su fogoso discurso, que “se cortaba el pescuezo” si alguno de sus oyentes sabía “que casta de animal era la republica federada”. Esta frase da una idea cabal de la inconsciencia con que entonces se empezaron a copiar las instituciones políticas modernas.
El Doctor Ramos afirma que nuestra cultura tiene que ser derivada, no sabemos hasta qué punto se puede hablar de asimilación de la cultura, si, remontándonos a nuestro origen histórico, advertimos que nuestra raza tiene la sangre de europeos que vinieron a América trayendo consigo su cultura de ultramar. Es cierto que hubo un mestizaje, pero no de culturas, pues al ponerse en contacto los conquistadores con los indígenas, la cultura de éstos quedó destruida. Fue dice Alfonso Reyes, el choque del jarro con el caldero. El jarro podía ser muy fino y hermoso, pero era el más quebradizo. Desde este punto de vista, la vida mexicana, a partir de la época colonial, tiende a encauzarse dentro de formas cultas traídas de Europa.
Los vehículos más poderosos de esta trasplantación fueron dos: el idioma y la religión. Fueron estos los dos objetivos fundamentales de la educación emprendida por los misioneros españoles que, en una hazaña memorable, realizaron la conquista espiritual. Esta obra fue seguramente facilitada por cierta receptividad de la raza aborigen, que era tan religiosa como la del hombre blanco que venía a dominarla.
Para poder ir resumiendo el perfil del hombre y la cultura en México, el Doctor Ramos en la presente obra realiza un amplio estudio de temas como el individualismo español, la influencia de Francia en el siglo XIX, señala la fuerte crítica al positivismo del siglo XX que realizaron los jóvenes pertenecientes al ateneo de la juventud, y para comprender el carácter del mexicano de igual forma realiza un psicoanálisis del mexicano en el cual pretende descubrir el resorte fundamental del alma mexicana examinando algunos de sus grandes movimientos colectivos. Platón sostenía que el estado es una imagen agrandada del individuo. A continuación demostraremos que, en efecto, el mexicano se comporta en su mundo privado lo mismo que en la vida pública.
El ejemplo a citar según el Doctor Samuel Ramos es el pelado mexicano, pues él constituye la expresión más elemental y bien dibujada del carácter nacional. No hablaremos de su aspecto pintoresco, que se ha reproducido hasta el cansancio en el teatro popular, en la novela o en la pintura. Aquí solo nos interesa verlo por dentro, para saber que fuerzas elementales determinan su carácter. El pelado es un individuo que lleva su alma al descubierto, ostenta cínicamente ciertos impulsos elementales que otros hombres procuran disimular. El pelado pertenece a una fauna social de categoría ínfima y representa el desecho humano de la gran ciudad. En la jerarquía económica es menos que un proletario y en la intelectual es un primitivo. La vida le ha sido hostil por todos lados, y su actitud ente ella es de un negro resentimiento. Sus explosiones son verbales, y tienen como tema la afirmación de sí mismo en un lenguaje grosero y agresivo. Tales reacciones son un desquite ilusorio de su situación real en la vida, que es la de un cero a la izquierda. Aun cuando el pelado mexicano sea completamente desgraciado, se consuela con gritar a todo el mundo que “tiene muchos huevos”, así llama a los testículos. Lo importante es advertir que en este órgano no hace residir solamente una especie de potencia, la sexual, sino toda clase de potencia humana.
Para concluir el presente comentario de la obra de don Samuel Ramos considero que México es un país joven, y la juventud es una fuerza ascendente. En este hecho veo la garantía de que nuestra voluntad tiende a la elevación del tipo de hombre, al mejoramiento de su vida, y, en general al desarrollo de todas sus potencialidades nacionales. Vayamos hacia ese nuevo humanismo. Correo electrónico:
miguel_naranjo@hotmail.com
Una de las obra más representativa de el Doctor Samuel Ramos es la que en esta ocasión se analiza, el Perfil del hombre y la cultura en México, publicada en 1934, obra que fue recibida con gran interés y que una vez leída, recibió muchas críticas acusando a Samuel Ramos de atribuirle al mexicano una inferioridad natural o genética, cosa que no es así, el objetivo central del libro es en verdad: un ensayo de caracterología y filosofía de la cultura.
Esta tarea implicaba una interpretación de nuestra historia, y conducía a descubrir ciertos vicios nacionales cuyo conocimiento me parecen indispensables como punto de partida para emprender seriamente una reforma espiritual en México.
En algún momento manifestó el Doctor Samuel que nunca llego a pensar que los vicios señalados en su libro fueran incorregibles, salvo el caso de que se persistiera en ignorarlos y en mantener inconscientes sus causas psicológicas.
Hay quienes han querido interpretar una de las tesis fundamentales del libro –la de que el mexicano padece un sentimiento de inferioridad como si ella implicara la atribución de una inferioridad real, somática o psíquica, a la raza mexicana. Nada estuvo más lejos del pensamiento del Doctor Ramos que esta última idea.
Señala don Samuel Ramos que uno de los sentimientos más necesarios para sostener la vida de todo hombre, es el de la seguridad, que se afirma especialmente cuando el individuo tiene la ocasión de verificar la eficacia de sus aptitudes y de su poder. En otras palabras: es el éxito repetido de la acción lo que, progresivamente, va edificando en la conciencia individual el sentimiento de la seguridad. Es innegable que las circunstancias exteriores favorables o adversas, puedan afectar seriamente aquel sentimiento; pero en lo fundamental, éste depende de un factor interno: de la mayoría o menor confianza que el sujeto tiene de sí mismo. Cuando un hombre se siente plenamente dueño de sus fuerzas, no se arredra frente a las dificultades y problemas que le salen al paso; antes bien, encuentra en ellas un estimulo más para su voluntad, que, al vencerlas, ve aumentar su satisfacción.
Los individuos que contraen el sentimiento de inferioridad adquieren una psicología muy especial, de rasgos inconfundibles. Todas sus actitudes tienden a darle la ilusión de una superioridad que para los demás no existe.
Para el Doctor Samuel Ramos, el sentimiento de inferioridad en nuestra raza tiene un origen histórico que debe buscarse en la conquista y colonización. Pero no se manifiesta ostensiblemente sino a partir de la independencia, cuando el país tiene que buscar por si solo una fisonomía nacional propia. Siendo un país muy joven quiso ponerse de un salto a la altura de la vieja civilización europea y entonces estalló el conflicto entre lo que se puede y lo que se quiere. La solución consistió en imitar a Europa, sus ideas, sus instituciones creando así ciertas ficciones colectivas que, al ser tomadas por nosotros como un hecho, han resuelto el conflicto psicológico de un modo artificial.
Carecería de fundamento suponer en México, ya no la existencia, sino aun la mera posibilidad de una cultura de primera mano, es decir, original, porque sería biológicamente imposible hacer tabla rasa de la constitución mental que nos ha legado la historia. No nos tocó venir al mundo aislados de la civilización que, sin ser obra nuestra, se nos impuso, no por un azar, sino por tener con ella una filiación espiritual.
México se ha alimentado, durante toda su existencia, de cultura europea, y ha sentido tal interés y aprecio por su valor, que al hacerse independiente en el siglo XIX la minoría más ilustrada, en su empeño de hacerse culta a la europea, se aproxima al descastamiento. La cultura, en este caso, es un claustro en el que se refugian los hombres que desprecian la realidad patria para ignorarla.
No es la vanidad de aparentar una cultura lo que ha determinado la imitación. A lo que se ha tendido inconscientemente es a ocultar no solo de la mirada ajena, sino aun de la propia, la incultura.
Ejemplos de este mimetismo los hay en todos los órdenes de la cultura, pero los más claros se encuentran en la obra constitucional del siglo XIX.
Por eso vale la pena recordar aquí algunos de los casos más típicos. Se sabe que el modelo de las constituciones que se sucedieron en nuestro país durante la pasada centuria, fue tomado de los Estados Unidos. Después de la caída del imperio se suscitó en México el conflicto entre federalismo y centralismo, Fray Servando Teresa y Mier decía en su fogoso discurso, que “se cortaba el pescuezo” si alguno de sus oyentes sabía “que casta de animal era la republica federada”. Esta frase da una idea cabal de la inconsciencia con que entonces se empezaron a copiar las instituciones políticas modernas.
El Doctor Ramos afirma que nuestra cultura tiene que ser derivada, no sabemos hasta qué punto se puede hablar de asimilación de la cultura, si, remontándonos a nuestro origen histórico, advertimos que nuestra raza tiene la sangre de europeos que vinieron a América trayendo consigo su cultura de ultramar. Es cierto que hubo un mestizaje, pero no de culturas, pues al ponerse en contacto los conquistadores con los indígenas, la cultura de éstos quedó destruida. Fue dice Alfonso Reyes, el choque del jarro con el caldero. El jarro podía ser muy fino y hermoso, pero era el más quebradizo. Desde este punto de vista, la vida mexicana, a partir de la época colonial, tiende a encauzarse dentro de formas cultas traídas de Europa.
Los vehículos más poderosos de esta trasplantación fueron dos: el idioma y la religión. Fueron estos los dos objetivos fundamentales de la educación emprendida por los misioneros españoles que, en una hazaña memorable, realizaron la conquista espiritual. Esta obra fue seguramente facilitada por cierta receptividad de la raza aborigen, que era tan religiosa como la del hombre blanco que venía a dominarla.
Para poder ir resumiendo el perfil del hombre y la cultura en México, el Doctor Ramos en la presente obra realiza un amplio estudio de temas como el individualismo español, la influencia de Francia en el siglo XIX, señala la fuerte crítica al positivismo del siglo XX que realizaron los jóvenes pertenecientes al ateneo de la juventud, y para comprender el carácter del mexicano de igual forma realiza un psicoanálisis del mexicano en el cual pretende descubrir el resorte fundamental del alma mexicana examinando algunos de sus grandes movimientos colectivos. Platón sostenía que el estado es una imagen agrandada del individuo. A continuación demostraremos que, en efecto, el mexicano se comporta en su mundo privado lo mismo que en la vida pública.
El ejemplo a citar según el Doctor Samuel Ramos es el pelado mexicano, pues él constituye la expresión más elemental y bien dibujada del carácter nacional. No hablaremos de su aspecto pintoresco, que se ha reproducido hasta el cansancio en el teatro popular, en la novela o en la pintura. Aquí solo nos interesa verlo por dentro, para saber que fuerzas elementales determinan su carácter. El pelado es un individuo que lleva su alma al descubierto, ostenta cínicamente ciertos impulsos elementales que otros hombres procuran disimular. El pelado pertenece a una fauna social de categoría ínfima y representa el desecho humano de la gran ciudad. En la jerarquía económica es menos que un proletario y en la intelectual es un primitivo. La vida le ha sido hostil por todos lados, y su actitud ente ella es de un negro resentimiento. Sus explosiones son verbales, y tienen como tema la afirmación de sí mismo en un lenguaje grosero y agresivo. Tales reacciones son un desquite ilusorio de su situación real en la vida, que es la de un cero a la izquierda. Aun cuando el pelado mexicano sea completamente desgraciado, se consuela con gritar a todo el mundo que “tiene muchos huevos”, así llama a los testículos. Lo importante es advertir que en este órgano no hace residir solamente una especie de potencia, la sexual, sino toda clase de potencia humana.
Para concluir el presente comentario de la obra de don Samuel Ramos considero que México es un país joven, y la juventud es una fuerza ascendente. En este hecho veo la garantía de que nuestra voluntad tiende a la elevación del tipo de hombre, al mejoramiento de su vida, y, en general al desarrollo de todas sus potencialidades nacionales. Vayamos hacia ese nuevo humanismo. Correo electrónico:
miguel_naranjo@hotmail.com